fm|al con el X Festival de Cine Europeo
The deep | Baltasar Kormákur, 2012
Así luce, para el espectador asombrado de esta película islandesa, la luz de los acantilados, tormentosa y fatal. La que precede a la muerte, pero también a la vida, que se cuece en el interior más cálido y hospitalario de las islas. Bajo el envoltorio –yo pienso que aparente– de una “historia basada en hechos reales”, Baltasar Kormákur nos entrega una historia lineal, con bien elaborados flash backs (como el de la histórica explosión volcánica de las Islas Vestman), que no renuncia ni mucho menos al vuelo poético, tal la gaviota que acompaña en su peregrinaje oceánico al sufrido protagonista, bien incorporado por Ólafur Darri Ólafsson.
De hecho, en lo primero que pensé cuando me sumergí –nunca mejor aplicada la expresión– en esta historia de pescadores islandeses fue en aquellas sagas poéticas de sus antepasados, amantes de los monstruos marinos y las metáforas complejas (las kenningar, a las que Borges dedicó un prodigioso ensayo en su Historia de la Eternidad). O en la desazonante y salvadora sombra, tejida de infinito, del albatros de La balada del viejo marinero, de Coleridge. O en la Nantucket fantasmagórica donde se embarcan los particulares marineros de la Moby Dick de Melville…
Hay poesía también, independientemente de lo convencional de la narración, en secuencias como la de la fotógrafa que rescata de las tanquetas de ácido los retratos de los pescadores ahogados o, antes, el redentor soliloquio con una gaviota del naufragado Gulli, donde le va contando al ave chistes manidos, de los que no recuerda el final, como fórmula eficaz para añadir grasilla a su supervivencia.
A mi juicio –el de mero espectador en medio de este naufragio– sólo veo restantes los demasiados planos y secuencias dedicados a la investigación forense de la supervivencia, aunque sospecho que lo que Baltasar Kormákur nos quiera recalcar aquí sea el carácter divino, o cuando menos legendario, de la trama que tan bien nos ha contado.
En suma una película muy digna, procedente de la filmografía de un país no menos digno como es Islandia, que ha sabido sobrevivir a todas sus crisis –no sólo sísmicas– y enjaular a sus corruptos, para que sea su pueblo el que se autogestione, y con nativos de tan escandalosa y genuina creatividad como Björk Guðmundsdóttir –en fin, abandono, con los pies también sangrantes, como recién cortados por la arisca piedra volcánica, este sendero, que me lleva nuevamente fuera de la sala de cine…
Al final la historia sabe transmitirnos, con rotundidad, esa eterna lucha entre el hombre y los elementos, trama en la cual el sentimiento conclusivo es que no dejamos de ser meros comparsas de una trama quizá mayor, apenas escuchada, que el planeta sigue tejiendo y destejiendo, como ciega Penélope, indiferente a las culpas, a nosotros mismos –resuenan, en el fondo de todos los fondos, esos versículos sinfónicos y a la vez silentes, de un azul verdoso, del poeta Lorca: Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba, / y que el mar recordó ¡de pronto! / los nombres de todos sus ahogados.
Leyendo esta crónica y palpando todo lo que te ha traído a la cabeza esta película, Lorca, Borges, Melville, poesía, la luz de Islandia…, se me abre el apetito por el cine, dormido desde hace demasiado tiempo, gracias. Un abrazo
La película puede parecer un poco plana en principio, pero después fluyen todas estas sugerencias. A un buen fotógrafo le puede gustar… Gracias a ti, un abrazo
[…] Marítima y mortal […]