Mis relatos favoritos
La metamorfosis | Franz Kafka, 1915
Si es La metamorfosis una novela, una novelita o un cuento, eso casi que prefiero dejarlo a los críticos literarios –yo soy aquí un mero lector, alguien que la cató y la disfrutó como cuento desde su primera lectura, y de ahí mi apreciación. Por lo demás está en esa dimensión narrativa que no permite saber si fue una breve y agitada pesadilla (como Un artista del trapecio , por ejemplo) que se prolongó más de la cuenta o una nebulosa y acortada novela (al estilo de El proceso o El castillo) con la particularidad de que Franz Kafka (1883-1924) redujo entonces el escenario de su acostumbrado laberinto a las cuatro paredes de una exigua habitación. Y, por supuesto y sobre todo, a lo que sucede –según su esquemático y detalloso narrador– dentro del laberinto mental de Gregor Samsa, su famoso prota-agonista.
Y es que La metamorfosis es, primero de todo, eso: la historia de una agonía, de una lucha interior. El espacio tenebroso que transcurre entre la sorpresa y la aceptación. Ese traslado desde la quietud estable a la angustia desazonante y el insecto –peludo y quejumbroso- de ser uno mismo. Escrito en ese periodo histórico que todos los cronistas no dudan en llamar complejo, los años de la Europa de entreguerras, el relato no deja de asumir muchas de las teorías que flotaban sobre el concepto de persona y psique en el ambiente cultural y científico de la época. Un instante brumoso en lo moral, donde la vida de las personas se empezó a poner en peligro por una filiación o una creencia (¡y en el centro mismo de Europa!), al tiempo que se iban conquistando nuevos y asombrosos lares de nuestra conciencia psicológica, bellamente plasmados, en el arte y la literatura, por el expresionismo o el surrealismo.
En ese toma y daca entre la opresión facinerosa y la sospecha de una libertad personal que nadaba por entre los pliegues del cerebro nace Gregor Samsa o, mejor, su propio insecto, en una oscura cama a medio deshacer, propia de quien no para por su actividad comercial –un viajante-, pero se activa, diariamente, para no moverse nunca, para conseguir ese prodigio de la estabilidad personal que es la rutina.
Lo que siempre me cautivó de este cuento lúgubre, este insecto literario (¡hay que pensar que está escrito coetáneamente a otra novelita en lengua alemana, La muerte en Venecia de Thomas Mann, para darse plena cuenta de su acertadamente monstruosa condición!) es la enervante calma en que se va desenvolviendo su trama. Sí, alguna persecución de culo y escoba, al estilo casi del contemporáneo cine cómico mudo, la hay, es cierto. La sociedad o la familia no pueden permanecer cautas ante los cuerpos extraños que la amenazan, por muy familiares que puedan serles. Pero lo que me parece de un terror abismal es ese progresivo silenciamiento interior de Samsa, que analiza, que escudriña, que tatúa casi cada milímetro de su nueva existencia como bicho para sobrevivirse “dentro” de ella misma, por encima de patas artrópodas o muñones peludos –cabe preguntarse, por ejemplo, si no sería esa la supervivencia que se imponían muchos contemporáneos del personaje ante la atrocidad del nazismo ascendente, por citar alguno de los radicalismos de esa extremosa singladura del siglo veinte.
La mejor forma de finalizar una pesadilla de Kafka es no finalizarla nunca. Postergarla, como decía Borges. Por eso Kafka termina su historia –permitidme el desvelamiento aquellos de vosotros que no hayáis gozado de esta narración– con un estruendoso final feliz, donde la felicidad de los familiares no es sino la muerte del protagonista: a saber si no es ahí precisamente, en esa monstruosa claudicación y regocijo ante la ruina del otro, donde empieza la pesadilla de la humanidad.
Yo preferí homenajear ese postergamiento ad infinitum de Kafka y por eso pergeñé otra pesadilla, adicional, la de la continuidad del “pobre” Gregor en una medio institución donde recibe cuidados. En un cartapacio adjunto, fácilmente descargable, podéis acceder a esta fantasía. Que os sea leve.
Nota práctica: Posiblemente, la edición más barata y más leída de esta obra de Kafka sea la de Salvat, rescate –en su versión más “reciente” – de aquella sesentera Biblioteca SALVAT-RTVE, que buscaba lectores valiéndose del anzuelo de la naciente televisión en España –junto con excelentes programas que he podido visionar en youtube (como A fondo , de Joaquín Soler Serrano. Ojo: vais a sorprenderos de los entrevistados si visitáis el enlace. La entrevista a Cortázar bien puede sustituir a varias biografías, y encima con ese cálido frenillo del cuentista). Curioso binomio ese de televisión-lectura, hoy muy desgajado. En algunas ferias del libro es posible encontrar por menos de un euro (yo he visto este libro a 50 céntimos) esta popular edición, que siempre contiene algún que otro maravilloso cuento del autor como relleno –posible razón de que yo ya juzgara para los restos que esta narración no fuese sino un cuento más de Kafka. Gracias a Santiago Pérez Malvido (http://sperezm.wordpress.com ), que me ubica perfectamente una manera aún más barata de leer esta obra, a través del enlace: http://rmbs.es/catalogo.php, y luego la búsqueda por título (puede descargarse un archivo epub gratuito y legal).
La angustia de Samsa cuando su hermana le «clava» la manzana, sólo es comparable a las fiebres de Raslkolnikoff… Tu final me recordó uno de mis libros favoritos:
http://es.scribd.com/doc/118340683/Capek-Karel-Apocrifos
Ojalá lo disfrutes, si no lo has hecho ya. Un abrazo.
Ernán, vaya pareja para no conciliar el sueño, Kafka y Dostoyevski… El libro no lo conocía, y te lo agradezco, voy a leerlo, viniendo de ti será muy productivo para este blog (todavía ando en la búsqueda de las películas soviéticas). Sobre Dostoyevski también tengo por ahí otro pastichito de mis primeras lecturas, a ver si me animo y lo cuelgo, un abrazo!
Lo he releido y me parece genial, simplemente.
Tus palabras son regalos para este bloguero. Esto (me refiero al texto encartado) es un pastiche, de hará unos años. Tengo varios sobre autores muy diversos, y se me ocurrió que este blog sería hospitalario con ellos. A ver si voy sacando tiempo, porque cada vez que veo el plan que me impuse me desmayo un poco. Todo será por disfrutarlo y compartirlo. Gracias, Ernán, otro abrazo!
El fenómeno Kafka no es sólo un «caso» sino también un problema para la historia de la literatura mundial, dijo Fina Warschaver presentando a Pavel Eisner, Checoeslovaco, estudioso de Kafka. Es de mencionar, acota, que se han imitado aspectos externos de la forma Kafkiana olvidando , sin embargo, la lacerante humanidad de sus personajes y la vigente actualidad de sus temas, como los analiza con penetración y conocimiento «Yo, el insecto». Abrazo !
Marimbeta, comentario de altura el tuyo. Es lo de Edward Munch, no? Con ese cuadrazo suyo, El Grito, nos deja auténticos brochazos de estarcidos para representar, en la forma, el contenido de una auténtica angustia. Con Kafka pudiera pasar lo mismo: que para expresar ese machacamiento moral de lo humano recurriera a una forma que prodiga, hasta la exageración, parte de los clichés que yo utilizo en el pastiche adjunto, a modo de fantasía. Pero coincido en el mensaje, que conecta con nuestras preocupaciones de ahora mismo. Gracias mil, y un abrazo!
A Kafka tuve la suerte de descubrirlo a través de esta novela corta/cuento largo siendo muy joven y me impresionó. Luego, de más adulto, no he sido capaz de leer otras obras suyas. Muy buena reseña.
Ciertamente, Toni, este cuento es literatura universal, en todos sus sentidos. Respecto a El castillo, por ejemplo, la densidad de su escritura y el onirismo desbordado hacen muy difícil la lectura -muchas veces parecería que Kafka apenas se interesara por su trama, entregado a sus visiones… En América y El fogonero, casi tanto de lo mismo. Hay que leerlas casi como «música» kafkiana. Pero El proceso, por ejemplo, sí puede ser más accesible y, si no, películas como la de Orson Welles -genial- y algún cómic muy destacable (ya tendré la ocasión de colgarlo) nos la acercan. Pero si las «novelas» nos quedan más lejos, cada cuento -ya habrás visto que yo tengo como tal a La metamorfosis- es un dardo directo a nuestra conciencia de lectores…y de personas. Además del que destaco también en la reseña, Un artista del hambre es prodigioso. Ya te aviso que el año que viene va a venir cargadito de La metamorfosis, porque -increíblemente- es su centenario… Un abrazo, y muchas gracias por tu comentario y por pasarte por acá.
He releído esta entrada que ya leí en su día y me sigue pareciendo fantástica, más aun cuando hace poco leí un análisis profundo de Nabokov, con dibujos de la casa y del mismo insecto que, según él, era un escarabajo y no una cucaracha (que es lo que yo pensé siempre y creo que piensa la mayoría). Después de leer a Nabokov, todavía me parece mejor el análisis que realizaste en su día de este relato (a mí también me parece un cuento) tan claustrofóbico con sus toques de humor negro.
Creo haber leído también algo al respecto, y te agradezco especialmente el comentario, pues presiento que mucho de lo que debe el cómic -por ejemplo- de hoy día a la creación literaria está concentrado en la «puesta en escena» expresionista de Kafka, que lo tiñe todo de humor y poesía negra. Gracias por el comentario y la atenta lectura, un abrazo!
Me gustó. Al principio pensé que ibas a escribir un final feliz, con Samsa recuperando su forma humana por completo y la humanidad aceptando que eso era posible. Pero ese desenlace estaría en contra del espíritu original con el que, en mi opinión, Kafka escribió La metamorfosis. Para mí es una parábola de la identidad individual y su integración en la sociedad. Tu relato me recordó además la película «Alguien voló sobre el nido del cuco».
Por cierto, tanto La metamorfosis como otras obras de Kafka pueden descargarse gratuitamente en formato ebook en la red de bibliotecas municipales de Sevilla. Dejo el enlace por si te interesa a tí o tus lectores: http://rmbs.es/catalogo.php
Salud.
Está claro, Santiago. Ya que uno se atreve con el pastiche, qué menos que respetemos el sentido del autor -encima del intento de impostura de su voz… Pero curiosísimo lo que comentas, porque por la época en que perpetré esto veía mucho de Kubrick y Milos Forman. Está esa semejanza y también la de La naranja mecánica que -lógico- me impresionó más que bastante…
Oye, muchas gracias por el enlace. Dudaba en si colocarlo, por aquello de los derechos, pero con lo que dices ya he salido de dudas por completo. Lo colocaré además en el cuerpo de la «nota práctica» por lo útil que es -lo suyo en estas reseñas es que se acceda a la obra. Un abrazo!
Seguro que la edición que compre yo es más barata que Salvat: Plutón Ediciones se llamaba. Es una obra espectacular, impactante.
Tiene buena pinta, voy en su búsqueda (porque me estoy haciendo una especie de coleccionista de las ediciones baratas de Kafka…) Muchas gracias, un abrazo!
Esta entrada me ha hecho recordar años nebulosos, de esa niebla que es el punto intermedio (o la falta de equilibrio) entre el blanco y el negro de la memoria de una juventud que cada vez parece más mítica y gris. Sin embargo, no se me entienda de mala manera… ha sido agradable. Gracias, lo compartiré.
Lógico amigo, esta sensación siempre me acompañó a mi también en la lectura de Kafka, al menos en la primera que tuve la ocasión de acometer -si he conseguido recrear algo de ello me doy por satisfecho! Pero después he podido apreciar tras la grisura uno y muchos rasgos de una humanidad latente, que es como un grito para nosotros, hoy. Gracias por tu apreciación y comentario, un abrazo!
[…] Yo, el insecto […]
[…] consta –como en el caso literario del expresionista Franz Kafka– que Edvard Munch buscase más su puntual consagración que esa paz que acaso soñaba definitiva […]
[…] a un sujeto al Orden que el mismo proceso presupone. Franz Kafka ya había escenificado en La metamorfosis –así, de primeras, in media res, como quien sí quiere la cosa– las consecuencias de una […]
[…] 3 Yo, el insecto […]
[…] de p. ), Sagradas escrituras (colección de pastiches sobre Dickinson, Cortázar o Kafka, entre otros) o La carne de burro no es transparente (editada por los amigos de deculturas). Mucho […]
[…] el propio Vila-Matas. Casi canónicos (o sin casi: habrá que revisar los listados de Bloom) como Kafka , el propio Melville o Hawthorne (curiosa la anécdota de su amistad, o lo que fuera, que […]
[…] es, como el atormentado e inquietante Kafka, uno de esos fugitivos de la literatura, letalmente escarnecido por el amor y el trabajo […]
[…] También el amante del libro, que cultiva no solo en su serie de bibliotecas (alguna ya apareció antes en el blog), sino en la ilustración de grandes obras literarias (Divina Comedia, Fausto, La metamorfosis). […]
[…] para el final de la serie a Feathers, de Omar El Zohairy. Una adaptación de la Metamorfosis kafkiana que nos sirve un laberinto de estancias sucias y pobrezas de todo tipo (las más […]
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