A D O L E S C E N T E
La luz que vive –azul–
en el pecho del niño
se resolvía en letras
–caligrafía, amor.
A lo mejor la vida
cabía en un cuaderno,
lo presumía el alma
rodeada de estrellas
y de nombres fugaces.
Se repetía un sueño
–habitación, tesoro–
que acababa en guirnaldas,
y una música lenta
–rosa de la emoción–
dulcemente quebraba
la memoria veloz.
Hermoso poema.
Un saludo y buen fin de semana.
Muchas gracias Isabel! Seguiremos colgando de esta serie, gracias por el seguimiento, saludos!