La música se ha hebrado con el viento. Y ahora parece llevar, entre la nube de sus brazos, el aire de los suspiros, la evaporación de los gritos, el aura de las voces apagadas por el odio. Hay zanjas y dolor en los coros, disparos contra la sien negada y pisoteada, munición del hombre contra el hombre mientras la vida se decide, se arrebata. Hay bandejas de muerte que se sirven a la noche de la brutalidad y al insomnio de la ceguera. Hay vallas que, en algún lugar, se ciernen.
Pero el hombre y la mujer se elevan, como el canto. Son de la misma cúpula que el sol y el cielo. Son del mismo afán que los pájaros y la luz. Tienen su domicilio en la diaria resurrección, en el azar de los pasos y el alimento, pero se encaraman como la hiedra buscando alguna claridad, el alma clara de las cosas, lo finito y lo perpetuo del empeño.
Arvo Pärt (1935 – ) es ante todo, como los compositores geniales, un descubridor. Su música pisa el campo de la conciencia sin temer a las minas de lo sentimental. Hay sentimientos, sí, en sus recreaciones de las grandes formas de la música (conjuntos, magníficats, misas, sinfonías, cantatas), pero también algo como la miniatura de nuestras pequeñas y abandonadas aspiraciones. Nada es grandioso, pero todo es grande en sus composiciones minimalistas, al menos tan grande como lo soñamos. El ámbito de su música es muchas veces el recipiente de nuestros sueños, como en Nuestro jardín, que toma la forma de cantata escolar:
o adopta el cariz de nuestras obsesiones, como en la borgiana Espejo en el espejo, tantas veces escuchada (sobre todo en el cine documental, que recurre una y otra vez a Pärt):
Debidamente se le atribuye un carácter pacificador a lo que compone (ver aquí), consonante quizá con una espiritual respuesta a su amarga experiencia de centroeuropeo o ciudadano del este de una Europa que era sometida con sangre por un puñado de verdugos (era solo un niño cuando se perpetraban las más gloriosas hazañas del millar de años que había de venir).
En la línea de contemporáneos como Górecki o Stockhausen, su música lo es contra toda violencia, contra todo abuso, contra toda fractura que haga de la persona una víctima.
Un documental en inglés es testigo del legado de su creación:
La casualidad, o algo más siniestro, quiso que el músico naciera un 11 de septiembre, con todo lo sangriento que ello ya conlleva. Pero un precioso exorcismo de esa fecha fue esta composición que arrancara a la tristeza de otro once ignominioso para la humanidad:
Circulan en la red versiones “prolongadas” de sus composiciones más famosas, de gran utilidad para que, una vez escuchadas, también siembren con sus notas durante la medida de una hora nuestros entornos. Es otra de las formas de un jardín:
Preciosa entrada!…me alegro que tantas películas bélicas te hayan servido como revulsivo para la creación de tan sensible entrada:); y el merecido reconocimiento a su protagonista. Muchos besos
Muchos besos y muchas gracias también, porque tu comentario me sirve para introducir que, aunque la música de este compositor es casi fija en las películas bélicas (sobre todo «Spiegel im Spiegel», que aparece por ejemplo como «leit motiv» en Soldados de Salamina, de manera emotiva), el propio autor se ha orientado hacia este género compositivo, como en “Elogio del amor” de Godard o «Heaven» de Tom Twyker. Y muy bien siempre escuchar esta música contigo cerquita.
[…] el editor abrazado por Pavese y Calvino, mana de la misma fuente que Glass, Nyman, Tiersen o Arvo Pärt: Erik Satie (no es casualidad que casi todos –y alguno más de los aquí referidos– hayan […]
Preciosa entrada!…me alegro que tantas películas bélicas te hayan servido como revulsivo para la creación de tan sensible entrada:); y el merecido reconocimiento a su protagonista. Muchos besos
Muchos besos y muchas gracias también, porque tu comentario me sirve para introducir que, aunque la música de este compositor es casi fija en las películas bélicas (sobre todo «Spiegel im Spiegel», que aparece por ejemplo como «leit motiv» en Soldados de Salamina, de manera emotiva), el propio autor se ha orientado hacia este género compositivo, como en “Elogio del amor” de Godard o «Heaven» de Tom Twyker. Y muy bien siempre escuchar esta música contigo cerquita.
La calidad es denominador de tus entradas; mi enhorabuena.
Muchas gracias, Isabel, por tus comentarios siempre tan amables y por la lectura de las entradas, un abrazo.
[…] Los planetas, un Schönberg transfigurador de noches, el Adagio de Barber o el siempre inquietante Arvo Pärt . Por […]
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