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Ramón Gómez de la Serna | n. 03.07.1888
Ramón empieza, como todo lenguaje, absorto en el lenguaje mismo, en sus haces de luz y sus silencios de sombra. Es el tatuaje de una palabra. Es el rótulo de neón de una idea. Es la baratija y al tiempo el tesoro de un concepto, eso que jamás acabamos tirando de nuestros cajones. Porque nos gusta.
El poeta se alimenta de galletas de luna
La emoción de lo nombrado se mezcla, como un cacao intenso, con la almendra de estas etiquetas líricas, de reinventor trasnochado y ultrapoético del haiku, de descubridor solitario y algo melancólico de los 140 caracteres del tuit (sí, amigos ciberpoetas, su pequeño corazón cimbreante de poesía estaba ahí, contenido en las greguerías de Ramón).
La luna es un banco de metáforas arruinado
Y allí van a acabar, desvencijadas, la tristeza de los automóviles, el agua que embarrota a los peces o la soledad siempre azul de los elefantes. Mejor siempre eso que adocenar nuestras palabras, que acaben esclavas de la rutina, que nos sumemos al silencio, ese que puede ser tan doloroso:
Al cerrar una puerta cogemos los dedos al silencio
Ramón transcurre en ese instante en que los apellidos se han hecho albóndigas de sentido a base de machacar su significado, en que el Gómez de la Serna se ha pasado por el pasapurés del juego y la alegría de nombrar. Ramón es Ramón. Y el paraíso de la lengua, su mejor antonomasia.
Nota lunaria:
La obra de Ramón Gómez de la Serna es ingente y dispersa: novelas, ensayos (o ensayos de ensayos), reseñas biográficas (impagables las que Austral hace unos años reeditó bajo el título Efigies y donde se incluye El desastrado Baudelaire –cito de memoria –, una joyita de un género deliciosamente mistificador del que fue creador y ya maestro: aquí puedes leer, con treinta días de plazo si no estás suscrito a scribd, una tesis sobre ello), aparte de sus crónicas tertulianas del Café Pombo y las diversas ediciones compiladoras de las greguerías.
Del personaje Ramón (en el mejor de los sentidos, etrusco, etimológico; no en el actual, televisivo, mediático) da buena cuenta esta pequeña pieza:
Qué magnífica entrada, Félix, y que grande nuestro Ramón Gómez de la serna. Gracias por ella y por el vídeo que la completa. Un saludo veraniego.
Ramón es, siempre, como el primer día, un hallazgo. Un autor con el que sentimos la intuición y el vértigo de que la superficie que nos deja ver es apenas un trozo muy pequeño, casi insignificante, de lo que nos quiere decir. Así con cada greguería, por ejemplo. Muchas gracias por tu comentario, otro saludo.
Buena entrada. Gracias!!
Muchas gracias a ti, David, por la lectura y el comentario.
Magnífico artículo. Ramón Gómez de la Serna estaría orgulloso de verse citado de esta manera. Enhorabuena.
Salud.
Muchas gracias, Julio. Ojalá… 🙂 Siquiera que pudiéramos escucharlo otra vez al menos y nos regalara un video como el que incluyo en la entrada. Un abrazo!
[…] aire del recuerdo. Hay como una taza de nostalgia detrás de cada portada amarilleada, diría acaso Ramón . Hay quizá litros del café espeso de la literatura más genuina, más radical, más esenciada en […]
[…] sobresaliente, con aires de Swift pero sobre resmas aventadas de humanidad, con cierta ternura ramoniana, su trazo es cruel pero su dardo se llena, casi por norma, de esperanza, con confluencias quizá de […]
[…] Julio de Ramón […]
[…] española el extrañamiento (que nadaba medio ahogado en los estanques del Retiro del gran Ramón), la curiosidad, la sombra o la punta de las […]