Las flores del Calendario fm|al
Para Ofelia, con quien todo es amor
En un día que se asume más dedicado a otras efusiones, os traigo, perdonad el contraste, a Georg Trakl, el poeta de lo oscuro luminoso, del amanecer crepuscular. Como flores, os cedo las versiones de dos de sus poemas más simbólicos, de un bello hermetismo: en uno el poeta empatiza con un parquecillo; en el otro se esconde, como una joya, una tenebrista imagen de la agonía. Luego quiero engarzar una visión juvenil de la ciudad polaca ligada al final de esta vida del poeta, poemilla que forma parte de la coda que va a publicarse próximamente con Los malditos poetas. También en toda soledad hay un amor. Hoy recordamos aquí, desde la felicidad, este sentimiento. Pero también a los solos. La entrada se completa con una sugerencia musical para la lectura, un extraño e igualmente expresionista paseo en barca a la luz de la luna con Gustav Mahler.
En el parque
De nuevo camino por el viejo parque,
silencio –oh– de flores rojas y amarillas…
Tú también te dueles de tus dioses
y el oro otoñal de los olmos.
Enhiesto se levanta en el estanque azulado
el cañizo, y en la noche se va callando el tordo.
Y entonces –oh– también se enreda la frente
en el musgo rendido al mármol ancestral.
Im Park
Wieder wandelnd im alten Park,
O! Stille gelb und roter Blumen.
Ihr auch trauert, ihr sanften Götter,
Und das herbstliche Gold der Ulme.
Reglos ragt am bläulichen Weiher
Das Rohr, verstummt am Abend die Drossel.
O! dann neige auch du die Stirne
Vor der Ahnen verfallenem Marmor.
En la noche
El azul de mis ojos palidece en una noche así.
Y el oro rojo de mi corazón. Con qué quietud se consume la lámpara.
Tu capa azul envuelve al moribundo;
tu boca roja sella la oscuridad del amigo.
Nachts
Die Bläue meiner Augen ist erloschen in dieser Nacht,
Das rote Gold meines Herzens. O! wie still brannte das Licht.
Dein blauer Mantel umfing den Sinkenden;
Dein roter Mund besiegelte des Freundes Umnachtung.
Souvenir
Anduve en Cracovia,
la de las plazas lentas
y las altas iglesias pobladas
de palomas.
Menudeé los sitios
en que quizá Georg Trakl
intentó borrar todos sus muertos
del jardín de su memoria.
Y claro, yo tan solo aspiraba
un olor denso y viejo
a rosquillas y heno, a cenizas,
allá donde el poeta, loco y último,
se envenenó con la belleza
de sus versos, allá donde fluyeron,
definitivos, ciegos,
el azufre y el ámbar
de la cocaína.
© félix molina, de la imagen, de las versiones de Trakl y de “Souvenir”, Los malditos poetas, 2018
Entrada de gran calidad, y originalidad en este día. Muchas felicidades! Un gran besazo
Y lo que más me gusta de ella: tu comentario, que me llena siempre de alegría. Te mereces lo mejor en este y en todos los días de tu vida. Otro gran besazo!
Georg Trakl, poeta desconocido para mí, hasta ahora, aunque en los dos botones que nos dejas encuentro reminiscencias de la Polonia que visité hace (muchos) años. El Souvenir no desmerece en absoluto. Gracias por esta entrada tan crepuscular. Un saludo
Vendrá algo más, Julio, en la entrada que seguirá a esta, correspondiente a la fecha del calendario en la que nació (ya nunca ha muerto, como decimos en fm|al) el poeta. Gracias por tu lectura y tus comentarios. Un abrazo.
Un placer leerte 🙂
Me encanta
Muchas gracias, un saludo!
[…] a su liturgia de muerte, como en el bello cuadro tenebrista de Nachts, que ofrecíamos como flor, o como en la capilla fluvial que le prepara a un amigo difunto de la infancia en estos versos, que […]
[…] Flor de Trakl […]
[…] Dos haces de luz y uno de sombra… […]