contema setenta y nueve
Para los malos momentos todos tenemos en la oficina una grabación oculta en los dispositivos de nuestros bolsos o bolsillos. Alguien puede acusar el silencio, como el calor o el frío cuando se abre o cierra una ventana, pero entonces ahí está nuestra determinación de rasgarlo, de agujerearlo más bien, dejando sonar nuestras grabaciones. Hay quien pregunta por la mañana o por un primer ministro. Hay quien se duele del frío o del calor (acaso recordando esa ventana que no termina de cerrarse o de abrirse) o de las camisas de cuello romo.
La voz, gracias a la calidad electrónica y la discreción mecánica, apenas se distingue de la natural. Cada cual aprieta su botón y la onda sonora fluye, simulando no solo la guturalidad o lo nasal, sino también la ilusión, la briega, el descontento, la ruina.
Si un saludo es impostado o verdadero apenas se adivina: hay entonaciones distintas para una misma frase y diversas frases con una misma entonación, según se quiera apostar por la ruptura o la rutina. Las grabaciones casi tienen el atributo de lo infinito: nadie hay en toda la oficina que haya agotado sus minutos de conversación.
Hay veces que, en la monotonía o en el desánimo, alguien habla del pulpo o las matemáticas; otras quien interroga al común por Dios o por su ausencia, aprovechando el incidente en un paso de peatones o un décimo premiado.
A lo peor hay o habrá alguien que lo nombre, que se refiera al silencio.
Reblogueó esto en luispablodetorrescabanillas.
Gracias por el reblogueo siempre, Luis Pablo.
Interesante texto; aún cuando lo leo así, aislado de lo que parece ser un conjunto mayor. De alguna manera (y salvando las distancias temáticas) me hizo recordar a algunos fragmentos de La exhibición de atrocidades, de J.G. Ballard.
Un abrazo.
¡Hombre, el amigo Ballard! 🙂 Claro, conozco el libro. Qué delicia. Y yo que sospecho que con su maquinismo y cientifismo quizá (aunque son coetáneos, pero acaso por eso) deba él algo a una rama superior de todo esto, que es Arreola. Arreola tienen unos cuentitos en ‘Confabulario’ que lo primero que hacen es provocarte historias como esta que has leído aquí. Luego hay también un coetáneo nuestro, Hipólito G. Navarro (la G. es de González) que bebe también de Cortázar (la rama más arriba del todo :-). Los ‘contemas’, ya sabes, que lo absorben todo… Si buscas por ‘contemas’ aquí abajo mismo te aparecen uno tras otro los casi ochenta que componen hasta ahora el cuerpo arbóreo de este proyecto literario, con alguna publicación impresa ( https://goo.gl/JVMrf4 , https://goo.gl/uFeUfh)
ya (y otras en preparación, a ver…). Gracias por el recuerdo de Ballard, que tengo que releer, por la cuenta que me trae. Un abrazo.
Pues ya le dedicaré el tiempo que se merecen esos cotemas; ya que si son como éste no dudo de que pasaré un buen rato con ellos (y con lo que me provoquen, porque eso de que uno lee uno de esos textos y enseguida se disparan las ideas para todos lados como fuegos artificiales es algo tan inevitable como maravilloso).
Leí Confabulario hace un tiempo, tal vez sea hora de que le dé una releída. A Hipólito G. Navarro no lo conozco; veré si encuentro algo de él.
Un fuerte abrazo.
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