Aprovechando que esta vez el Pisuerga de ‘Masticadores’ sí pasa por el Valladolid de la (buena) poesía del 50, me sirvo con el permiso de Juan Re Crivello y amigos de rebloguear esta entrada de ‘Masticadores LAB’, dedicado en su nueva etapa a secciones como esta que me encargaron de resucitar o renacer a poetas (de ambos sexos) que cayeron en el infortunio o en el olvido (o ambas cosas). Entre poeta y poeta verdadero engarzo uno impostado, que hay que descubrir. Podéis seguirlo, cada dos lunes, en:

Masticadores LAB

MasticadoresLAB | Poetas (ellos y ellas) ocultos, en trance de olvido… o inexistentes

Se llamaba… Alfonso Costafreda

No existe una foto del poeta Alfonso Costafreda con 48 años porque murió suicida con 47, en 1974, de eso que en inglés consiste literalmente en sacarse la vida (to take his life out), mientras trabajaba en una OMS que no sabía aún del Covid. Desde luego sus versos eran de todo menos científicos. Es el poeta insomne de la Generación del 50 (Gil de Biedma, Ángel González, José Hierro, Claudio Rodríguez…) y todo lo que ingenia como poesía es subterráneo, submarino,

Todo es inevitable. Ahogando la luz surge,
poderosa y tenaz, la pesadilla.
En el cuerpo ligero late la pesadumbre:
un mar de sombras se desborda
de la orilla inmortal a nuestra orilla.
Pero versos escribo en busca de claridades…

dice en 1951 en el primer número de la revista Laye. El sueño lo amontona y lo desgasta, quiere escribir pero le sale espuma, quiere decir muchísimo y se atolla, como el César Vallejo de los Poemas humanos. Lo vierte con una sinceridad brumosa, como quien habla detrás de las volutas del humo, en un poema de Compañera de hoy, en 1966:

Pienso en mis límites,
límites que separan
el poema que hago
del que no puedo hacer,
el poema que escribo
del que nunca podré escribir.

A sus orillas llegan líneas anglosajonas, como las del Océano Eliot y el Océano Auden, pero, a pesar de ello, y de toda la influencia de su propia generación (del propio José Ángel Valente, traductor en Ginebra como él, a quien le dedica el precioso poemita ‘Las palabras’), me sigue pareciendo que el mar del que más bebe es el de aquel Cernuda de la Generación del 27:

Aquella noche el mar no tuvo sueño.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.
Con una voz insomne decía cosas vagas…

En esa pulsión de lo que se puede y lo que no se consigue nombrar, entre las incertidumbres de la muerte (la de su padre antes de sus diez años, que le inspira Nuestra elegía) y el amor (su casamiento y divorcio), se entrega a ese fracaso indócil y bello que es la poesía y se decanta ante todo por lo claro, aunque le llegue de las fauces del sueño, como en ‘Otras noches’, dedicado a su amor-desamor Maj-Britt:

Estas noches de lluvia las oigo en los cristales,
estas noches de viento y no puedo moverme.

A la puerta del miedo vigila el celador,
prisionero infantil, no se desencadene.

Otras noches de lluvia profunda en los cristales,
otras noches de viento y vuelvo a interrogar.

Porque todo era inútil he cambiado de dueño,
a la puerta del sueño, dama de claridad.

–Profesor, me va a perdonar la pregunta, en medio de su efusión, pero ¿es Costafreda un poeta minoritario, un poeta para poetas?

–Más que eso piense que es un poeta –entre tanta traducción para Naciones Unidas –con solo cuatro libros (Nuestra elegía, 1950; Ocho poemas, 1951; Compañera de hoy, 1966; y Suicidios y otras muertes, 1974). Abandone su microscopio por un instante y sueñe con lo que podría haber sido este autor con unos cuantos libros más: mírese la obra de un Gamoneda, de un Gil de Biedma, de un José Ángel Valente, solo por nombrar a creadores que no vamos a diseccionar en este laboratorio…

Para quien no tenga suficiente con los poemas de esta disección, aconsejo este enlace de un cuidado y elegante sitio web:
Poéticas. Florilegio de metapoesía
Para quien prefiera las arenas impresas, es muy destacable este tomito de Júcar, serie ‘Los poetas’, casi descatalogado, con palabras del también poeta y amigo de Costafreda, Jaume Ferran. Más reciente es la edición de la Poesía completa de Tusquets, a partir de la que dejó apuntada otro amigo poeta, Carlos Barral (de esta queda en stock un solo ejemplar aún, dice la página web de una superlibrería).
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