Calendario fm|al 2020


Quizás sea aventurado decir que Juan Benet –con Martín-Santos, el autor de Tiempo de silencio– es el primer novelista español que repara en la forma de la novela. Entendedme: en la forma habrán reparado todos los novelistas conocidos –desde Galdós, no muy querido por Benet, hasta Javier Marías, que idolatró a Benet–, pero me refiero a la forma como contenido, casi como insidioso personaje de sus novelas.
Ese ingenio (en su acepción más maquinal) que siempre me pareció la novelística de Benet me estalló en los ojos con la lectura, aparentemente sencilla, de El aire de un crimen. Qué sucede, qué está pasando después de todo (aparte de la anécdota criminal) aquí. La estructura, piensa uno, al pasar la página que cierra la narración.
A Benet llegué yo después de una admiración sin nombre por William Faulkner (Santuario es de los pocos libros que he llegado a leer en una noche, desde que mi abuela me dijo que tenía la leche encima de la mesilla hasta que por la mañana vino a recoger el vaso. Y son más de trescientas páginas en un inglés sin concesiones). Curiosamente luego voy y me entero de que ambos autores despreciaron las dos obras mencionadas por considerarlas alimenticias. Para mí fueron alimentos, casi como el vaso de leche de mi abuela, y si alguna vez me planteo escribir algo similar a una novela en español no encuentro mejor modo (de afrontarlo, otra cosa son los resultados, por supuesto…) que el de Benet o el de Javier Marías, por ejemplo, en Mañana en la batalla piensa en mí (otra de las novelas que cayó en una noche, y además en fin de año). Qué sentido tendría ya hacerlo de otro modo.
Gracias a Faulkner ingresé también en el mundo de Región, la población que se saca de la manga Benet para sus narraciones, y en la que suceden incluso sus novelas alimenticias. Sinceramente creo, después de haber leído un cuerpo importante de la narrativa de Benet, que quizá le perjudicó más que le benefició el atenerse a ese microcosmos, y casi detenerse en él. Quizá su estilo huidizo, sin pausa (a veces, literalmente: solo las hace el lector) encarnase mejor en otras fabulaciones, aparte de en la espesura (todo en Región es espeso: el silencio, el movimiento, la luz) de Volverás a Región o Herrumbrosas lanzas, las novelas centrales de su ciclo.
Me vengo a referir a ello por la excelencia que he encontrado en relatos más o menos breves suyos como Sub rosa, uno de los cuentos de tema marino más inquietantes con los que me he topado, después de Conrad, y donde la estructura y su ingenio vuelven a estar al servicio de cualquier trama, haciendo del lector casi un personaje más (o, precisamente, el que le da su sentido a la historia). Y sin Región de por medio.
Nota digresiva. Y extensa:

Entre lo menos frecuentado de Benet, me gustaron mucho sus Trece fábulas y media y fábula decimocuarta, en una edición con collages de la actriz Emma Cohen (sí, ella, nuestra Caponata) y del hijo menor del novelista, Eugenio Benet. Abre un camino que también recorrió con maestría Juan Eduardo Zuñiga, el del apólogo casi simbólico, rebosante de ironía.
A Región no he vuelto pero sí a Benet gracias a un ensayo (con mucho de buena autoficción) de Rafael García Maldonado, Benet, la ambición y el estilo, título que parece troquelar aquel ensayo de Juan Benet en Revista de Occidente, La inspiración y el estilo. Como dije más atrás en el blog, me parece una manera muy peculiar de acercarse a un autor consagrado, y quizá poco ensayada en lengua española, donde no somos dados, como en la ensayística anglosajona, a que el autor de una pretendida biografía se entremezcle con el biografiado.
Me atrae mucho –ando enfrascado en ellos– la colaboración en un libro de cuentos de Martín-Santos y Benet, El amanecer podrido, que permanecía inédito. Cuentos punzantes, de esos donde no sobra ni falta nada, pese a la juventud de los autores. Alguno pasará, conforme avance en la lectura, por Mis relatos favoritos.
Con esta entrada del Calendario fm|al se cumple una primera etapa del ciclo secreto especialmente dedicado a reflexionar –pienso que es siempre el mejor homenaje– sobre la Generación del Medio Siglo, y que en 2020 ha deparado entradas sobre Claudio Rodríguez, José Hierro y Ángel González:
La telegrafía menuda de las aves
Para que yo te llame Ángel González
Parecería que Benet lo atraiga, pero me ha quedado la entrada más extensa del blog…
[…] Benet, el ingeniero — félix molina […]
Muchas gracias por el reblogueo, Genaro. ¡Saludos!
[…] Octubre: Benet, el ingeniero | Juan Benet […]
Benet. ¡El horror! ¡El horror!. No soy devoto de ese santo pero buen artículo.
Sospecho que hay muchos no devotos. 🙂 A mí me gusta lo inquieto de sus temas, su mirada, ciertos engaños de su prosa, todo ese mundo que se monta con Región… No sé si lo estoy leyendo mejor ahora en los cuentos. Por cierto que ha salido un tomo de relatos escritos a dúo con Martín-Santos que está muy bien, cuentos muy ceñidos al momento pero airosos siempre. A ver si lo termino de leer y lo pongo por aquí. Muchas gracias por la lectura y por el comentario, un abrazo.
Benet tiene admiradores devotos y detractores acerbos y eso no es mala señal.
Gracias y saludos.
No. 🙂 ¡A ti!