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Paul Auster | novelista y metanovelista

Sí, yo no he venido a hablar aquí de Auster, sino de sus libros. Autor no de una, sino de muchas literaturas, empiezo por lo último suyo, 4 3 2 1, monumental enciclopedia del azar que se despliega mediante casi novecientas páginas. Y que nos aproxima la idea de que cualquier tema puede ser tratado literariamente o acabar en un telefilm de sobremesa. Aquí lo de las casualidades obra el milagro de la literatura, y todo lo escrito por Auster durante todos los días de su vida a lo largo de siete años merece al menos una semana de nuestra lectura.
No es ajena la idea de lo fílmico a Paul Auster: muchas de sus creaciones acaban en la de una película, como la dostoievskiana La música del azar, una road novel que de hecho da lugar a una road movie. O El país de las últimas cosas, que posiblemente originó la última película realizada a partir de una fantasía del autor, la del argentino Alejandro Chomski. Con El libro de las ilusiones, novela de un cinéfilo mimado por el cine, es el propio Auster el que divaga con lucidez sobre lo que sea o no ficción, lo que toca o no toca la magia de una cámara, en este caso.
De Auster me quedo con lo que más disfruté como lector: El Palacio de la Luna, novela con título de restaurante chino y esencia de folletín de aventuras. De ahí, con el delgado hilo del Golden Gate, enlazo con la detectivesca Trilogía de Nueva York, novelitas definidas como “mitad Chandler, mitad Beckett”, según la revista francesa Lire.
Una de las aficiones favoritas de Auster es la metaficción. Escribir, pero también escribir sobre escribir. Su producción contiene un buen número de novelas sobre novelas, como el juego de espejos Leviatán, La noche del oráculo o la falazmente biográfica La invención de la soledad, donde descubre (y nos descubre) que su verdadero padre fue la literatura. Amigo de la rumiación intelectual, Un hombre en la oscuridad trata precisamente sobre esas noches donde uno transcurre envuelto más que en la sábana en la propia cabeza.
Hay vida más allá de la novela para Auster: Viajes por el Scriptorium no deja de ser (aparte de una nueva metanovela) un ensayo novelesco y disfrazado sobre sus propias novelas. Pero para ensayo el delicioso ejemplo de comparatismo francés-inglés, publicado en esta entrada de la Revista Fractal. Y para poesía su obra completa en este género (Collected Poems, 2007), sagazmente traducida por Jordi Doce y publicada por Seix Barral en 2012 (con su fajita y todo, como el Dios Dinero manda…).

Y ahora, si queréis saber verdaderamente de Auster, solo un consejito: leed sus libros.
Nota dentro de otra nota:
No se hará tardar mucho la troquelación sobre Auster de Cartas desde América, la serie que conjuntamente con Masticadores hemos iniciado sobre autores norteamericanos.
Esta entrada de calendario llega con algún retraso, pero se seguirá –sin tanta demora— con la que corresponde a Haneke, el cineasta. Quien avisa no es traidor.
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[…] Yo no he venido a hablar aquí de Auster… | félix molina (wordpress.com) […]