Breve atlas de los faros del fin del mundo | José Luis González Macías (Menguantes, 2020)

En las islas en las que hay uno resulta ser el centro mismo. Palpita como el músculo que nos mueve por los días y las noches, a pesar del trasiego o del sueño. Y además es luz: en muchos casos lo fue manual y ahora lo es automática. Este Breve atlas de los faros del fin del mundo, de José Luis González Macías, me los ha acercado –prolongando un poco más la nube que es todo verano– con el mismo afán caritativo con el que ellos guían al barco desde su montaña luminosa.

Lo de breve es más que cierto: se queda corta, muy corta la lectura de este atlas cuya geometría (en el diseño, con reglas que nos sirven la medida real de cada ejemplar; en la estructura de cada artículo) es también belleza. Tiene la elegancia de un álbum, pero la ensoñación de una buena novela. Muchas noches (no tantas como quisiera, por aquello de la brevedad) me he desvelado continuando en la almohada las albricias de una isla jamás conocida donde el faro ponía orden al destino de sus fareros, hombres y mujeres: intentos de república en apenas un centenar de metros cuadrados, compañeros que casi se devoran por evitar la muerte, gente que zarpó para no pisar jamás tierra firme (y extensa), hijos de la soledad y abuelos de la melancolía…

No me cabe en la cabeza, por ejemplo, que la historia franco-mexicana que González Macías pergeña para el faro de Clipperton no haya sido novelada o guionizada en la vida. Es un misterio tan grande como el faro mismo y el intento terrestre de la isla que lo sustenta. Y eso que la literatura (Poe, Verne, Virginia Woolf) está más que sembrada en esos escasos metros de terrones fértiles que dieron de comer, primero a los esforzados habitantes de los faros, y luego a nosotros, ávidos lectores.

Otras veces es el personaje que pulula por cada isla (o su faro) lo inédito, lo sorpresivo: el heroísmo de Ida Lewis en Lime Rock; el valor de Alicia Rovira en la Isla de la Pasión; la incertidumbre del farero ciego de Svyatonossky. Si el corazón es el faro, los latidos de estos lugares insospechados (¡alguno de ellos en España!) son estos ademanes de soledad y desesperanza. Las sombras humanas que, junto con la de la altura edificada, se proyectan sobre una historia desconocida, sobre esa geografía jamás antes pisada que acaba siendo la de nuestro deslumbramiento.

Breve atlas de los faros del fin del mundo es un libro bello, y como tal ha merecido el Premio Nacional al Libro Mejor Editado 2020. Tuve la suerte de que me lo regalara mi hermana Noelia, pero para los menos afortunados, y de acuerdo con la cochambrosa razón calidad-precio, no es un libro caro (www.menguantes.com). Me decanto mejor por la razón calidad-tiempo: una obra de arte es un gozo eterno, decía Keats, faro de la buena poesía del mundo. Y eso es este atlas: una obra de arte.