Calendario fm|al Ulysses 2022

El Calendario Ulysses no podía ser de otra forma– se torna también diferente a los de otros años. Pero la culpa de esta cualidad de ornitorrinco no es esta vez de Joyce, es mía: mis crecientes ocupaciones no me dejan afinar las entradas como quisiera, y por eso he decidido, para no acumular más retraso, buscarme extrañas parejas con las que me pondré al día: la primera va en esta entrada dedicada a Djuna Barnes (que debió ser la entrada de junio) y Joseph Strick (que debió ser la de julio). Lo que hubieran dado por conocerse (si es que no se conocieron)… Una próxima entrada unirá a Alfred Döblin y T. S. Eliot. Las tres últimas del año sí espero resolverlas individualmente, pues son pretextos lo digo abiertamente– para dedicar en ellas espacio suficiente a Ulysses y la música (Pedro Halffter) y a la dimensión española (Martín-Santos) e internacional (Italo Svevo) de la novela, como hago en la segunda mitad de esta entrada con la relación entre Ulysses y el cine. En cuanto a las digresiones literarias (traducción y versión que hago de los capítulos de Ulysses), voy a unir las anteriores y las nuevas (no publicadas) a una publicación especial que será objeto de una entrada antes de que acabe el año, pues habréis descubierto que son el origen de estos retrasos… Disculpadme.

Djuna Barnes | 12 de junio

En la literatura hay nombres que suenan y parece que solo suenan. Yo, muchas veces, cuando observo algún aluvión de fama en escritores y escritoras mundanas que me gustan lo agradezco íntimamente, porque, de algún modo, la tormenta presente deparará un futuro de lecturas y recuerdos de la gente. Eso debió de pasarle a algún coetáneo admirador de Djuna Barnes, que a su condición de mujer unió la de escandalosa para que los años inmediatamente posteriores despeñaran sobre ella una mugre que no merece en absoluto. Escritora genial (de la misma estirpe que Rimbaud o Boris Vian), sus obras fueron famosas y apreciadas en su época casi a escala de revista de colorines. E inmediatamente silenciadas después. Mi conocimiento de ella como lector es una delicia de obra de 1928 que se llama abreviadamente Ladies Almanack (Almanaque de las damas), un prodigio de la parodia en lengua inglesa que merece no una fama que brote aquí o allá, sino una muy perdurable, eterna. El ejemplo de pastiche que siempre recomendaré.

Lo que la trae a este rincón joyceano es su amistad en los años de París del novelista. Lugar a donde llegó en 1921 como si James fuera su faro (de hecho, venía con una carta de recomendación del autor de Ulysses bajo el brazo, donde debió de permanecer mucho tiempo, porque nuestro querido Joyce no contaba con suficientes adeptos por entonces). Pero me da que la amistad tuvo que ser de las más sinceras de la época: sus obras son testigo del trasvase de muchas ideas, sobre todo en el audaz concepto de femineidad que late, por ejemplo, en personajes como Molly Bloom.  

Otro mérito para que figure en esta nómina personal es el de haberle hecho a Joyce una entrevista en Vanity Fair (marzo de 1922), que coloco justo aquí abajo, y que curiosamente encontré primorosamente volcada en una página sobre psicoanálisis. No penséis que es una de esas entrevistas donde los y las autoras responden actualmente con su fruta o su color favoritos. Se trata de otra muestra más del prodigioso estilo narrativo de Djuna.

Joseph Strick | 6 de julio

Joseph Strick nació apenas un año después de la publicación de Ulysses. Cuando vine a conocer sus obras como cineasta (vamos, las que lo traen hoy a este rincón: Ulysses y A Portrait of the Artist as a Young Man), siempre me apetecía imaginarlo en su juventud de caza de brujas manoteando con los lectores y no lectores de la novela (a saber quién lo era y quién no) sobre puritanismo y sexualidad, que fue el primer y más puro interés de la recepción lectora norteamericana de este libro. Su adaptación, que dirige en 1967, en una maravilla de blanco y negro, rezuma ese gusto por lo escatológico que también encuentra acomodo en su original literario. Las escenas que recogen el pasaje de Circe (el famoso capítulo 15) son de una coreografía impecable.

Hay quien encuentra esta adaptación algo académica, pero al revisitarla varias veces he hallado más elementos joyceanos que los que detecté en mi primer visionado, en las retumbantes aulas de la Universidad de Sevilla. Juzgad vosotros:

Pueden visionarse versiones más interpretativas de la novela, casi obras de videoarte, como esta la más actual de las adaptaciones– de Alan Gilsenan:

Otra adaptación, de Werner Nekes, refunde en 1982 la Odisea homérica con la de Joyce, con idéntico afán experimental. En ciertos aspectos (que me llevaría varías entradas explicar) me parecen visiones más honestas que Bloom, 2003, que deja la patata caliente de la interpretación fílmica a su actor protagonista, Stephen Rea, un excelente lector, por otra parte, de Ulysses:

Para los amantes de más curiosidades fílmicas sobre Ulysses, aquí pongo este enlace, que no tiene desperdicio:

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