Calendario fm|al 2023 (1 de 12)

Garcilaso de la Vega (1491/1503-1536) | sus armas y sus letras

Tengo muy dentro de mi imaginación, no sé si de filólogo o de lector de tebeos (ahora que empiezo este Calendario tan especial, tan ibañezco), la imagen de Garcilaso de la Vega despeñándose de una torre en Le Muy, a menos de una hora de la Costa Azul. Ya el profesor Lázaro Carreter me metió por las venas esa secuencia, con sus manuales de literatura del COU (me niego a descifrar esta abreviatura falaz). Y luego –o antes, con lo literario nunca se sabe– me viene Alberti con su:

   Si Garcilaso volviera,

yo sería su escudero;

que buen caballero era.

y ya me termina de tatuar para siempre lo del hombre-de-letras-guerrero, eso tan griego y tan romano (claro), eso que ahora no entendemos porque no viene en el libro de instrucciones de aproximadamente después de la llegada a la Luna (me encantan de todos modos las nuevas redacciones del libro). Pero es el propio Garcilaso, no un Alberti henchido por las batallas del 36, quien habla de su doble patronazgo, las armas y las letras, como en su Égloga tercera:

…hurté de tiempo aquesta breve suma,

tomando ora la espada, ora la pluma.

El poeta (Garcilaso digo) era un gran frecuentador de escenografías en la literatura española. Otra, que me atrae casi más, lo dibuja alternando con el también poeta Juan Boscán, quien lo introduce en el endecasílabo, cual paño de oro que le hubiese vendido un tal Andrea Navagero, embajador italiano, un ratito después de una boda regia, en una Granada que todavía no conocía las tapas y daba para estos esparcimientos literarios.

Porque estando un día en Granada con el Navagero, al cual por haver sido varón tan celebrado en nuestros días he querido aquí nombralle a vuestra señoría, tratando con él en cosas de ingenio y de letras y especialmente en las variedades de muchas lenguas, me dixo por qué no provava en lengua castellana sonetos y otras artes de trobas usadas por los buenos authores de Italia… Mas esto no bastara a hazerme pasar muy adelante si Garcilaso, con su jüizio, el cual no solamente en mi opinión, mas en la de todo el mundo, ha sido tenido por regla cierta, no me confirmara en esta mi demanda.

Ni que decir tiene que Garcilaso se deja engatusar por este nuevo pepperoni, sedoso y reflexivo, poderoso ingrediente para la pizza algo tosca de la versificación castellana, que no terminaba de salir de la juglaría y sus cuadernas. La historia literaria es, como siempre, cruel: Navagero no deja de ser un motivo de risa, por aquello de su apellido, para los chavalitos y chavalitas de la enseñanza media, en una época donde triunfan los temas de Los Chichos. A Boscán solo lo conocemos (o casi) por la propia Epístola que el 12 de octubre de 1534 le dedica el propio Garcilaso, elogiosa cual tuit sin limitación de caracteres del siglo XVI. Lo bueno es que el poeta de la rosa y la azucena hizo un uso delicioso de esta nueva métrica, que se convierte en el instrumento más adecuado para lo discursivo y armonioso en el verso español, algo parecido a lo que Robert Browning se inventa con los versos ingleses. Entre lo bello y lo eufónico de Garcilaso cabe pues también el discernimiento y el raciocinio. Puro Renacimiento.

  Materia diste al mundo de’speranza

d’alcanzar lo imposible y no pensado

y d’hacer juntar lo diferente,

dando a quien diste el corazón malvado,

quitándolo de mí con tal mudanza,

que siempre sonará de gente en gente.

Abandono la primera gran incursión de cabras y ovejas en la literatura española (la otra ocurre con el querido Miguel Hernández) y vuelvo –es que no puedo dejarlo– a la fotografía inicial: el poeta, que no gusta de armaduras pesadas, tuvo noches malísimas en apenas la barcaza que lo lleva desde Málaga a lo que hoy serían apartamentos turísticos franceses. Tras horas de camino alcanza la famosa torre y, cuando se dispone a escalarla, un pedrusco inmenso lo somete al foso. Cabe preguntarse si escanciaba algún verso amable (como Rimbaud en el corazón de Etiopía), en ese momento eterno y preciso que transcurre entre que la piedra lo parapeta y los compañeros de batallón se lo llevan en parihuelas hasta Niza.

Notas (o mandobles):

El renacentista Garcilaso renace en todo un movimiento denominado garcilasismo, a partir de una revista de 1943, Garcilaso, Juventud creadora. Allí afloran (que diría D. Fernando) García Nieto, Dionisio Ridruejo (tío segundo de Pitita), Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero (padre del admirado Leopoldo María ) y el gran Luis Rosales, entre otros, con la política –como siempre– aprovechándose del esplendor de algunos de los mejores versos de este cónclave del Café Gijón, por mucho que a estos poetas, como a Alberti, les iba la marcha del poeta soldado. Por esos extraños recovecos de la poesía (sobre todo la española), el movimiento se engarza con la Generación del 27, sobre todo a través de Gerardo Diego. Pero Dámaso no deja de motejarlos como poetas arraigados, demostrando cuan fino puede ser el insulto en los labios y la pluma de un hombre cultivado.

Me sopla mi amigo Alberto (https://lahogueradeloslibros.wordpress.com ), y es una gran verdad, que Juan Boscán, además de traficante de endecasílabos, fue un excelente prosista y traductor, como lo demuestra su versión de Il Cortegiano de Castiglione, que ha motivado además un precioso proyecto que podéis inspeccionar aquí:

Progetto Boscán

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