Calendario fm|al Ulysses 2022

Alfred Döblin | 10 de agosto

Döblin es el Joyce de Alemania, le escuché a un profe mío de lingüística, antes de que ni Alfred ni James me interesaran. Pero, de algún modo, le debo mi primera (y única: estoy en España) clase oficial de literatura comparada. Años después, cuando ya había nadado frente a las torres Martello y me había comido un perrito en la Berlin Alexanderplatz, tuve los rudimientos necesarios para cuestionarme al menos esa afirmación. Uno no puede ser otro porque cada uno es distinto. Dublín no se estaba prefigurando para la carnicería y la miseria moral de Berlín a partir de los años treinta del siglo XX. Biberkopf (el protagonista de la novela de Döblin) arrastra una cárcel consigo, aunque busca con toda su alma (o lo que sea) ser un hombre nuevo. Probablemente Bloom (el personaje de Joyce), en el vacío de su desarraigo, en la plenitud de su nada, ya lo es.

Lo que sí comparten ambas novelas (Ulysses de Joyce y Berlin Alexanderplatz de Döblin) es ese intento de despegarse de doscientos años —puede que más— de novela clásica, excepciones geniales aparte, como Sterne. Y lo hacen con soltura e imaginación casi arquitectónica, volando por encima de los techos tradicionales de la novela e incorporando la voz más profunda del hombre (y la mujer), la de su propio pensamiento —interno, a veces incontrolado—, a la propia narración. En el caso de Döblin, además, hay una vuelta de tuerca de metaficción que Joyce (tan innovador para otras cosas) no incorpora: el libro o capítulo noveno de Berlin Alexanderplatz, entre otros, contiene una referencia a la propia novela, al modo de Sterne: El miércoles negro de Reinhold pero este capítulo puede saltarse.

Luego, a partir de las nuevas lecturas (ambas novelas las merecen) de cada obra, las diferencias son más, si cabe: descubrimos que Ulysses no está compuesta para un personaje, sino para tres, para una de esas trinidades esplendorosas que al jesuita Joyce tanto le gustaban. Leopold no puede ser sin Stephen ni sin Molly. Cada paso que dan por Dublín lo dan los tres, aunque Molly no se despegue de su cama: Bloom (florecer en inglés) duda con Dedalus, se afirma en la vida y sus placeres con Molly y camina con la prosa de sus pies; Biberkopf (cabeza de castor en alemán) está solo. Y solo crece como personaje a través de la epopeya de Döblin. Su soledad, por mucho que sea populosa y adobada con encuentros, le llena la boca pastosa de amargura. El tono es otra de las diferencias probadas con la lectura: Alfred acaba su novela con una parodia marcial; James con la afirmación que es todo amor.

Mi recomendación bibliográfica sobre Berlin Alexanderplatz (aparte de la propia novela, en la traducción de Miguel Sáenz) es una serie… La que lleva el mismo título, de Rainer Werner Fassbinder (1980), todo un ejemplo de adaptación cinematográfica de una novela. Puede inspeccionarse un tráiler en el enlace anterior.

T. S. Eliot | 26 de septiembre

Sigo pendiente (entre mis deseos irreprimidos de filólogo) de algún estudio que llevarme a la boca o, mejor, a la cabeza sobre la confluencia entre The Waste Land y Ulysses. Este estudio (en inglés) de un señor llamado Thomas M. Lorch, escrito en 1964, mucho antes de que mis padres se conocieran, reactivó hace unos meses mi búsqueda. Tiene un pase (porque hablamos de lenguas distintas) que alguien no se plantee la relación entre Trilce y Ulysses, obras del mismo año de aparición, pero de Vallejo y de Joyce. Me inquieta que no se aborde en profundidad, más allá de las 11 páginas de Thomas M., esta confluencia entre Mr. Eliot y Mr. Joyce.

El tono, como con Döblin y su Berlin Alexanderplatz (juntitos en esta entrada por mor de mi pereza…) parece lo diferencial —más allá del género— entre Ulises y La tierra baldía. En el primero hay como una fuerza centrípeta que hace que lo trágico siempre acabe, cuando menos, en tragicómico; en el poema(s) es al contrario: todo lo cómico tiene compradas las papeletas para que acabe en tragedia. Y una incontenible e inconfundiblemente eliotiana emoción se va transmitiendo en esa dirección por todas las secciones del poema, casi del modo en que los espectadores entendemos un thriller.

Pero las diferencias estilísticas no son tantas: el Dedalus de Ineluctable modalidad de lo visible: al menos eso si no más, pensamientos que cruzan mis ojos. La firma de todas las cosas que estoy aquí para leer, brezas y ovas marinas, la marea que se acerca, esa bota herrumbrosa suena igual que la voz de ‘El sermón de fuego’, la tercera sección de La tierra baldía: Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción./ El río no arrastra botellas vacías, papeles de sándwiches,/ pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas / y otros testimonios de noches de estío. 

Otras veces es el estilo deliberadamente prosaico de Eliot el que se aproxima a las efusiones bloomsianas, como aquí en la sección ‘The Burial of the Dead’: Thank youIf you see dear Mrs Equitone,/ Tell her I bring the horoscope myself:/ One must be so careful these days.

Abril será el mes más cruel del año, pero diciembre fue la fecha de aparición como libro de The Waste Land. En mis ensoñaciones —ya no sé si de filólogo o simplemente de lector— imagino al afortunado o afortunada que pone sobre sus ojos vírgenes de modernidad en febrero de 1922 el riñón asado de Leopold y, luego, como si tal cosa, al final de ese año pródigo, las lilas de la tierra muerta que brotan en esta fértil tierra baldía de Eliot.

Sobre Eliot tengo publicada en fm|al esta troquelación (o más bien serigrafía), humorada también sobre el tema principal de su obra: el tiempo: Mr. Eliot mejora su tren de vida.

Trilce es el otro gran libro de poesía de 1922: Los otros centenarios: Trilce.

Por si alguien aún cree en mis planes de publicación de las entradas de calendario… comunico aquí mis intenciones: a esta seguirá un entrada sobre Ulysses y la música (dedicada a Pedro Halffter) y otra compartida con reflexiones sobre influencias en y secuelas de la obra de Joyce, la novela española y europea, dedicadas a Martín-Santos y Svevo. Todo antes de que acabe este año.

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