Dos poemas | dos miradas
En lo que va de un texto a otro hay también una historia. La mía –como es de felicidad, junto a Ofelia– hace que me remanse, pese a pandemias y desdichas, en las aguas tranquilas del tiempo, sin avergonzarme de ello con aspavientos malditos, disfrutando con Jorge Guillén la plenitud del minuto. Pongo por aquí dos momentos de todo esto: el primero es un poema breve de Los malditos poetas, con un niño demasiado ensimismado en todo lo que no fuera el mar; el segundo, de Un incierto sentido, el susurro de un hombre que da por buena la tranquilidad de la alberca, frente a lo inmenso. No sé con quién o, mejor, con qué os quedaríais.
retrato con seis años
Aquí no llevo mis gafas,
pero apuntan ya los ojos
esta miel tan peligrosa.
Pelo lacio, todavía
rubio y por el viento amado.
La sonrisa sin más, luz
para el rostro venidero.
Corbatín sin pretensiones,
prolongando el devenir
de otras corbatas más turbias.
Y en la frente solo el mar.
Solo el mar. Ni una palabra.
aniversario
No con el mar, ni siquiera
con el aire o la luz,
el alimento de lo que nada come
ni detiene,
no con ideas más grandes
que uno mismo
o que su sombra,
sueño con una alberca,
la buena rama de una higuera,
la partida secreta
y mil veces mortal
que Mozart va ganando
al dolor de Beethoven.
© félix molina. Los malditos poetas es el poemario que el COVID-19 mantiene confinado en los talleres de los amigos de Deculturas. Un incierto sentido es el que los días y este blog están escribiendo por mí… Las marinas son de Sorolla.