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11 de marzo | Astor Pantaleón Piazzolla, 1912-1992
Para Ofelia, mi música
Hay músicas que son un sentimiento; o, más bien, es el sentimiento el que precede a la música y luego deviene en notas, en compases, en pentagramas enteros.
Uno escucha Adiós Nonino
y es como si el músico que lo creó (después de creerlo) se hubiera colocado en medio de una plaza, improvisado globero, y se dedicase a unir meticulosamente los hilos del hondón de cada uno para lanzarlos al aire con el mismo globo, azul, rojo, amarillo… el color ponedlo vosotros.
Hay algo en la música de Astor Piazzolla (1921-1992) que ya hemos vivido –más que escuchado. Hay como un perfume flotando de “déjà vécu”, de ya vivido –más que de déjà vu– sobre cada melodía de Piazzolla, sin que su música caiga jamás en una ciega nostalgia, tendente a la indolencia más que a lo vibrante del pulso. Por el contrario, esa perpetración del recuerdo mueve más a impulsarse, en las alas de un viento nuevo, que a cesar en la pura contemplación de lo pasado.
Piazzolla puso música al sonido de escucharnos (alegres, esquivos, rotundos, laxos, únicos vulgares), desgastándonos entre las esquinas del tiempo, retrasando un final o prologando un principio acaso hermoso, eterna infancia.
Su bandoneón -esgrimido como una fusa que nos retuerce en el misterio de cada vida, particular, íntima, nuestra- ha dejado sin voz a tantos pianos, a tantos violines, a tantas orquestas sinfónicas… Sólo basta escuchar cualquiera de las Cuatro estaciones porteñas, la primavera por ejemplo, por aquello de que ya empieza a ser urgente por estos lares:
Dicen que fue argentino. Poco importan las nacionalidades en este rincón, pero muy pocos -¿verdad?- no somos argentinos después de esto:
Nota iluminadora: Dejo por aquí una página bastante exhaustiva sobre su biografía y su universo (incluyendo su discografía):
http://www.piazzolla.org/biography/biography-espanol.html