p. | Nuevas publicaciones en Baúl del aire
Bajo este minimalista título, y tras la primera serie de Contemas, le toca el turno en el espacio de creación Baúl del aire a una recopilación de los escritos poéticos de Félix Molina acaecidos entre finales del siglo pasado (suena lejano) y principios de éste. Incluyo cuatro poemarios de ese periodo: Los malditos poetas, Museo de bellas artes, Amorales, Breve p., así como una muestra de la poesía –de extensión más prolongada y cierta preocupación social– que he frecuentado en los últimos años. Del primero de los libros hablo con mayor detalle más abajo; de los otros tres diré que Museo de bellas artes aborda esta temática querida de la creación, con un apéndice específico para el cine –plenamente incluido pese a lo rancio del título. Amorales bebe de la fuente clásica de la poesía amorosa, pero a veces también de otros submundos del amor, lindantes casi con la soledad y el desapego, que rompe con rudeza esa moral extremosamente positiva de la lírica sobre el tema (de ahí la a privativa: se trata del amor, pero sin su “moral” de casi necesaria felicidad). Breve p. camina por los senderos del haiku y otra lírica más o menos breve.
En cuanto a Los malditos poetas diré que, aunque en la relectura para su publicación acá me pareció lejano, fui incapaz –directamente– de eliminar un solo poema –o algún verso dentro de cada poema–, razón por la cual me atrevo a compartirlo con vosotros (de manera poco más o menos que inédita) desde este rincón oscuro, anochecido, pero espero que acogedor.
Los malditos poetas debe mucho a cierta lectura, sí, de los poetas malditos, tanto de los franceses que así fueron etiquetados (primero de todo por la obra antológica de título inverso de Verlaine) como de otros discípulos suyos, pretendidos o no. Pero me quedaría corto –peor: no sería sincero– si no aclarara que también es un ataque primario y adolescente a la poesía, vista como maldición –un tema que curiosamente ha tenido poca implantación en los poemarios. Con frecuencia se adora al vate, como visionario o lúcido desesperado; es difícil plantearse que la poesía también puede alejarnos hasta de nosotros mismos, en pasajes de la historia particular que, no obstante, se llenan con los trazos de luz, con las lascas de coral de esas “pocas palabras verdaderas”. Atracción y repulsión, por tanto, a partes iguales, por la creación poética (al menos en el momento en que escribí esto), que se atenúa con el homenaje a quienes pudieron sentir esa quemazón, ese deslumbramiento. De modo que aún me resulta extraño, pero acertado –desde mi edad de ahora– la infancia aparece retratada como una suerte de budismo (por utilizar un referente conocido) maduro, donde se es porque no se siente, y la juventud como poco menos que una vejez nihilista, negadora.
Acaso alguien, acostumbrado a otro léxico en lo que publico, encuentre alguna rudeza en estos versos; si es así que la disculpe, y no por la edad en que fueron escritos, sino por las usurpaciones varias –esos extravíos asido a la máscara del maldito, de la mano del hada verde de la absenta– que el muy joven Félix tuvo que acometer.
Como mínimo plan de la publicación que irá seriándose en Baúl del aire, reproduzco aquí la portadilla y el índice originales de este poemario.