Un poemario | Sobre pintura, cine, cómic…

 

Sirvan estos días (los de la Semana, no los de la pandemia) como excusa para ‘colgar’ aquí dos cuadros que reflejan también dos modos igualmente apasionantes de explicar ¿un sacrificio, un acto de amor, un destino? Ya cada cual que lo interprete desde su verdad. El arte no necesita de ella, quizá es apenas un querido sucedáneo de la vida que no promete mucho. Solo ofrece. Acompañan a estas maravillas dos poemas breves de ‘Museo de bellas artes’, con ese (vano) afán de explicarlos en pocas palabras (ojalá fueran las justas).

 

He aquí el hombre

                               ‘Ecce Homo’, Caravaggio, 1604

 

He aquí el Hombre,
el préstamo de su rostro y sus costados,
la luz inhóspita de su desnudez,
las ataduras que lo venden
—¿a la muerte, a la usura
de la vida, reflejada en el lienzo?—.
He aquí el hombre, acogido al suceso,
a la clámide de las horas
y al cetro de los días,
apenas saco y caña,
espinas, sombra
—quién se atreva a comprarlo en esta
noche de luna abultada por la culpa,
de apóstoles que lloran y abominan—.
De acuerdo, Caravaggio: he aquí el hombre.

 

Os doy el amarillo

                        ‘El Cristo amarillo’, Paul Gauguin, 1889

 

Os doy el amarillo,
su llaga cereal
dorando tardes
y sembrando sueños.
Más que el dolor
os doy el fuego de las cosas,
su valija de ocres y esperanzas,
la yema silenciosa
de sus dedos en todo pan,
en toda ubre,
en todo cuanto vive
y no quiere ser muerte,
solo este sol que os toca,
esta callada miel que os crece
mientras tanto.

 

 

© félix molina, ‘Museo de bellas artes’