contema ciento dieciocho

Las primeras composturas de la jaula se remontan a unos cuantos cientos de años atrás. La jaula era fácil de montar y de limpiar y solo se requería la mano diestra del propio cuidador del pájaro, que manejaba con soltura el comedero y el bebedero, la bañera, la pieza de cal para afilar el pico, el palo donde posarse…
Las versiones posteriores requerían un par de operarios para conformar los herrajes que componían las facetas de la jaula, cada una de la altura de una persona de talla mediana. Minutos de soldadura para que al final quedase enhiesta, con simulacros de charca para abrevar, palos que tenían el grosor de una columna y canastas donde el alpiste se amontonaba. Después de la operación, limpia y silenciosa, se abría la jaula más pequeña y el volante accedía, como si tal cosa, a la mayor.
¿Lo adivináis? La siguiente estructura requería el concurso de una cuadrilla, que se repartía las distintas alas de la jaula (expresión que se enquistaba como el alquitrán en el cerebro menudo de los operarios). Después de dispersarse cada uno se entregaba a un aspecto o porción de la jaula, para, al final de los trabajos, encontrarse en el centro y liberar al pájaro de la antigua.
Las formas siguientes de la jaula son vagas, porque describirlas es el objeto de la geografía, no de un ornitólogo detallista. Hay quienes insisten en que unas cuencas casi olvidadas en el interior de una selva son la nueva bañera del pájaro. Otros que los sacos de cereal descuidadamente olvidados en una heredad al Este de los Estes son el pienso actual. En algunas vigas que se trazan entre uno y otro edificio muchos queremos ver las barras para el descanso aéreo.
Y qué importancia puede tener la eternidad, la inmensidad tal vez del ave, cuando lo que de verdad nos azora es esa mano que en cualquier costura del universo abre una portezuela o la cierra, para el comienzo o ya acaso para el fin, para la limpieza o para el trasiego, quizá, a una jaula mayor, definitiva.
© félix molina, Contemas, cuarta serie

Recomiendo las aclaraciones de esta entrada. Los contemas, cuya última publicación continuada fue la cifra (contema número ochenta y nueve), siguen una vida de versoprosa subterránea, pero emergerán a este rincón oscuro cada cierto tiempo, siguiendo las olas del azar o del capricho, con el número de serie que les corresponda. Al final de esta nueva cuarta serie aparecerán publicados en un libro de barro.