Calendario fm|al 2021

Silvina Ocampo | cuentista, poeta, artista plástica

Utilizo el meme –no sé por qué cada título me sabe últimamente a meme, a resumen chusco de un concepto– para referirme a una escritora que en mis primeros años como lector formaba parte de una tripleta mágica: Borges, Bioy, Silvina. Así los acurrucaba yo en mi mente cuando ellos no dejaban de arroparme con su Antología del Relato Fantástico . Un cuentecito en la cama cada noche, después del realismo escolar (tan intenso en España: comenzamos tras un pupitre de niños y lo abandonamos casi en nuestra madurez), era como el sueño que comienza otro sueño en los cuentos chinos. Con ellos tres conocí no solo el hechizo oriental sino el vuelo anglocolonial del genio Saki, las tapizadas alfombras de Lord Dunsany o el ensalmo de Maupassant. La Antología era para mí también la Enciclopedia. Por ella conocí nombres exactos del mundo y su belleza imperfecta, sinuosa, definiciones completas de la sombra de las cosas, gente que empezó a sonarme en mi quincena con solo un cuento: Papini, Macedonio Fernández, Liethsé…
Fue en la Antología donde la conocí también como escritora. Su cuento, ‘Expiación’, es una historia de amor y horror oscuro, narrado en dos voces, una de ellas en una cursiva intrigante, envenenadora desde su tipografía. El cuento me llevó al libro que lo incluía, Las invitadas (1961), y de ahí a la obra entera, con libros como Los días de la noche (1970), Cornelia frente al espejo (1988) y Las repeticiones (2006), a mi juicio el último y quizá por más salvaje el mejor. Son cuentos crueles, de una infancia explosiva, con personajes infantiles que oscilan entre la Alicia de Carroll y la Lolita de Nabókov, y sugieren también el mundo de un pintor coetáneo suyo, Balthus.
Con el tiempo fui sabiendo que la magia de Silvina Ocampo no se reducía a sus borrosos e inquietantes cuentos. Algo pude leer de su poesía, como este (‘Envejecer’):
El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece
que lo que quedó atrás tiene más realidad
para reducir el presente a un interesante precipicio.
Y sobre todo supe de su faceta como artista plástica, de trazos que dejan entrever esa lúcida y a la vez confusa conciencia de todo, como en un Borges que recordase justo para olvidar cada frase, cada párrafo.
Solo más tarde, con el desvelo de la madurez, fui atando cabos, como los personajes de sus cuentos: Silvina, la maga, era hermana menor de la omnipresente Victoria Ocampo (la fundadora de Sur), se casó con Adolfo Bioy Casares (mi otra admiración del cuento argentino de esa época) y escribió con él una de las escasas colaboraciones de un matrimonio para la literatura: Los que aman, odian (1946).
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En otra reseña también me entusiasmo con la Antología famosa y una hermana menor que también le ha salido: Dos antologías familiares.
Hay una película apreciable, entre otras sobre su obra, de Daniel Rosenfeld:
Nota de mis culpas: a esta entrada se seguirán, casi sin solución de continuidad, todas mis deudas de Calendario del año presente. Uno que quiere cumplir. Y el año (complejo, cargado) que está más cerca de acabar…