Génesis | Sebastião Salgado, exposición fotográfica ambulante, 2015

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En medio de una ciudad, podemos aspirar a la selva. En medio del asfalto podemos soñar con la mancha única y como purificadora de la tundra nevada.  Los grises edificios no pueden ocultar la claridad, toda la luz del blanco y negro de Sebastião Salgado, en su exposición  que ahora recorre diversas ciudades de este mundo edificado –quizá no edificante– donde se posa con sigilo de serpiente y silencio de nevada montaña. También será un libro.

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De la figuración, fantástica en su realidad, de estas luces y sombras de la naturaleza surge el recuerdo literario: Melville, con sus ballenas legendarias, las selvas donde se debate la conciencia de los héroes de Conrad, las soledades de Jack London o de Horacio Quiroga , las incansables y rimadas caminatas de Rimbaud

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Turbas de pingüinos, cebras, renos, errantes en su magnitud, quién sabe si en el despropósito o la salvación de su destino, formando nubes sobre la sabana o la pústula de su huida en el corazón helado del Polo. No estamos, tristes y urbanos, en todos esos paisajes casi imposibles, con palacios de la congelación y templos de la quietud, dibujada en los reflejos de un lago.

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De momento solo podemos soñar estos ámbitos, pobres en nuestra ajena e imbécil riqueza. Quizá cuando queramos disfrutar de esta tierra, de este aire, de esta agua ya será demasiado tarde y todo será el recuerdo del cual el arte de Salgado es un homenaje, una apoteosis.

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Gracias, entretanto, por recordarnos que podemos ser esto, acariciado y lejano, que soñamos.

 

Nota acaso estéril: Aunque se quede solo en el cumplimiento de una mención, el próximo 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente.

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