Cartas desde América, 10 | Sylvia Plath

La carta número diez de esta serie va para Sylvia Plath, que siempre nos deja sin palabras con las suyas. Y cuelo en el homenaje a D. Antonio (la razón, si alguna tiene que haber, la podéis leer si continuáis la lectura en el enlace a Masticadores).

El sueño la lleva hacia la orilla de un río. Es otro río, un río español, no el que ella soñaba, pero todos los ríos son el mismo y cada uno es un espejo del otro. El de los sueños. Despierta junto a un olmo, o su cadáver. Tiene, donde la corteza se abriga con el aire helado, el brote único de un verde vivísimo, que parece una herida. Todo el paisaje –el agua embravecida, la ladera escarchada, el trozo de luna que queda por limpiarse entre las nubes– parece manar de ese solo botón robado a la entraña seca del árbol.

Hay un señor que camina en la otra vertiente de la ladera. Lleva el traje antiguo de su padre y la misma tristeza, parece incluso que vaya caminando en busca de las abejas. Distante, despistado, no la advierte, al pie del olmo viejo que los acompaña. ¿Reza ese señor, medita? Mira al cielo y el silencio que los envuelve es como el lomo traslúcido de la campana de cristal que los separa.

Entiende pocas palabras de ese castellano, amortiguado por el cristal, pero sabe que –a ella también le pasa– sus labios quieren nombrar a alguien que finalmente no nombra. Acariciada por las hormigas y el crisol de los primeros rayos de la mañana, goza descalza la hierba mojada de la orilla. Quién teme a la tormenta –si la hubo– ahora que está estallando la mismísima primavera. Los ruiseñores lo declaran.

El hombre toma el apunte de un dibujo. Luego se aleja, cabizbajo. No era una oración: eran versos. Ahora que la luz lo despide, en una esquina de la pequeña loma los va desgranando como si fueran migas de una pieza de pan.

Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera…

Ese es justo el momento en que ella despierta, o quiere despertar de nuevo, en una tarde de su vida de Boston. Y recuerda:

I know the bottom, she says. I know it with my great tap root;

It is what you fear.

I do not fear it: I have been there*.

Ya nunca temerá a la melaza, por oscura que sea. O al puñal de la noche.

*Conozco bien el fondo, dice ella. Lo sé por el hondón de mis raíces.

Es todo lo que temes.

Yo no lo temo. Yo estuve allí.

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Cartas desde América, 10: Sylvia Plath by Félix Molina – MasticadoresArchipiélago.

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