fm|al en el 20 Festival de Sevilla

Fallen Leaves, 2023 | otra alegría de Aki Kaurismäki 

para Ofelia, que las disfruta conmigo

Quien se convierta en el feliz espectador de una película de Kaurismäki va a personarse en un mundo con todo recién hallado: la luz, sus colores, el movimiento (o la quietud) de sus personajes, el drama… Pero que ese espectador o espectadora sepa que, a fuerza (mejor: a ganas) de beberse a sorbos ese mundo, el suyo va a quedarse como descolorido, mal iluminado, inerte a veces. Es lo que tiene Aki.

Con sus Fallen Leaves, el finlandés (aunque este hombre tiene papeletas para ser de muchos sitios a la vez) consigue que un musical vuelva a tener sentido, después de que solo algún otro (Ofelia y yo queremos recordar ese Once de hace algunos años) me llame la atención en este mundo audiovisual, pero falto de música. O de la esencia de la música.

Con una banda sonora policromada de rock (el de siempre de Kaurismäki), mambo italiano, Chaikovski, standard jazzístico… y sobre todo Schubert (ah, esos karaokes del director donde se cantan lieder), los dos obreros que protagonizan la película, supervivientes entre la chatarra y los desechos de supermercado, se embarcan en una coreografía que los llevará, inevitablemente, al amor. Y es en los sencillos prodigios de esa danza en los que Aki nos quiere introducir con su nueva maravilla: acompañamos al alcohólico Holappa (él) y la sincera Ansa (ella) en sus deseadas y desinteresadas búsquedas del otro. Plato y cubiertos que se agregan a una vajilla minimalista para una primera cita, el benjamín de champán para cubrir mínimamente el ansía de bebida del amado, las colillas a la puerta del cine que hablan a la amada de una espera…

Como siempre en una película de este querido director los malos son de escayola y añaden a la maldad su estupidez; y en los buenos siempre late, tímida pero poderosa, una esperanza. Sin querer arruinaros el visionado primero de esta película, me queda solo deciros que los hospitales no son necesariamente perjudiciales en una película de Kaurismäki y que el final de este melodrama con sentimientos y sin patetismo (salvo el de la sexta sinfonía) es uno de los más bellos que pueda uno encontrarse en los últimos años de cine. Con homenaje cinéfilo incluido en el último minuto de su aprovechadísimo metraje, todo un canto en deliciosas minúsculas al amor y –como sospechábamos desde el primero de ellos– a la vida.

Nota sencilla:

Se puede encontrar más sobre el director en este enlace interno.