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fm | al en el 11 Festival de Cine Europeo (y II)

A pigeon sat on a branch reflecting on existence | Roy Andersson, 2014

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Con esa brillantez enceguecida del sol que no quiere salir de las nubes, con esa punción también del dolor de cabeza o el amodorramiento de la fiebre, nos llegan estos cuadros suecos de un humor apagadote pero inteligente, triste pero bello. La película se nutre de clips, como si fueran las arbóreas visiones de la paloma del título, con el mínimo armazón de la desolación y el entramado de dos vendedores de artículos de broma que rozan casi siempre el patetismo más hilarante –más que convincentes los tristísimos Holger Andersson y Nisse Vestblom–. No hay una línea temporal, porque en principio todo tiene la consistencia onírica y como el suave perfume de la derrota –literal por cierto en uno de los fragmentos que recrea la retirada de todo un ejército sueco con rey a la cabeza enmarcada nada menos que en un pub de nuestros días–.

Aparte de esta sonreída zozobra, otra presencia de la genialidad de Andersson en su tercera entrega sobre el sentido de la vida (de remembranzas montypythonianas ) es un cuidadísimo cariño por los escenarios. Hay un color grisáceo, como la mugre de las nubes, panzaburresco, que baña toda la película y un gusto por los rincones solitarios, por las pensiones hospitalarias –en el sentido clínico de la palabra– y por las paredes pobladas de maderas tan nobles como notablemente aburridas, junto con chispazos (como la breve efusión de color de una pareja y su perro en la desabrida playa o una ensoñación musical y tabernaria) que manchan de vida un trasegar contundentemente borrascoso.

La fórmula de la cinta, bellamente peleada con las unidades de acción y de tiempo, me ha recordado otras secuencias fragmentarias, como las de los también norteños Cuentos de gambas del grupo teatral Hotel Modern, las deliciosas retículas noveladas de Perec en su La vida instrucciones de uso o los 32 short films about Glenn Gould , un fascinante y melancólico biopic que recomiendo, sobre todo a los melómanos.

Por encima de toda dispersión se halla el horizonte de la esperanza (sutilmente marcado por la hermosa y saltarina banda sonora): la de que todo sea un mal sueño o que a alguien se le ocurra (como en uno de los fragmentos) el humorismo de pedir la pinta de cerveza de un difunto, para salvarla acaso del caos, acaso de la nada, acaso del final.

 

 

Nota poco práctica (desahogo)

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La involuntaria contraprogramación y el escaso tiempo nos privaron de visionar otras películas del Festival. En particular nos quedamos con las ganas de ver el Jet lag de Eloy Domínguez Serén, que con tan escasos como prodigiosos recursos nos había encandilado con su Pettring en el anterior SEFF. Una mezcla muy fresca de documental y el espíritu de mestizaje de varios géneros: curiosa road movie inerte, docudrama, incluso suspense…

JET LAG Trailer (2014) from Eloy Domínguez Serén on Vimeo.

También nos faltó el visionado de Lunático, de Eduard Solà, que nos proponía en clave mediterránea (no sé por qué auspiciábamos un Berlanga actualizado, quizá un Calabuch pasado por la fábrica del docudrama) una trama en torno a un anciano que va renovando el paisaje que le rodea con mecanismos de su ingenio.

Lo demás lo confiamos a un recorrido por el palmarés, anhelando la bilocación para la próxima visita al SEFF…