SEFF 2013

fm|al con el X Festival de Cine Europeo

Pettring | Eloy Domínguez Serén, 2013

Árboles | Colectivo Los Hijos, 2013

O Quinto Evanxeo de Gaspar Hauser | Alberto Gracia, 2013

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Abro esta reseña con un corto. La fortuna, o la magia de la organización del SEFF 2013, me ha deparado que el pase de Árboles viniese acompañado de este regalo y gracias a esa circunstancia puedo cubrir algo de este apartado, dada la demanda de los pases de cortos en el Festival –y lo difícil que está asistir, precisamente por eso.

Pettring (Eloy Domínguez Serén, 2013), que así se llama el corto –yo me resisto a llamar documental a algo con tanta vida latiendo por debajo– es una bocanada de aire fresco que llega directa de un español residente en Suecia. La humildad, sencillez, escasas ambiciones de la propuesta no casan en absoluto con los resultados. De la sala se va uno con la sensación de haber presenciado algo novedoso, que innova desde el sentimiento más que desde el raciocinio cinematográfico. Que llega. Mi experiencia de los documentales –aparte de las sobremesas de la televisión– es la de películas que intentan abarcar cada vez más lo subjetivo, en perjuicio (creo que acertadamente) de la visión estrictamente documental del asunto. La línea BBC (por darle algún nombre), muy bien definida, y con gran calado televisivo hoy día, bien pudo tener su precedente en, por ejemplo, la Salida de los obreros de la fábrica, de los Lumière, allá por 1895. Hay sin embargo otra tendencia, que bien puede iniciar Robert Flaherty con Nanook el esquimal (1922) –tan del gusto del poeta Luis Cernuda–, la bella y dura Noche y niebla de Resnais (1956) o, más cercana en el espacio y en el tiempo, la genial En construcción de Guerín (2001), donde lo subjetivo reside hasta en la forma, haciendo de su lenguaje un documento más, a disposición del espectador. Me explico: en el comienzo mismo de esta película, el narrador, que se presenta como un aprendiz de todo entre los más endurecidos albañiles de la Europa nórdica, afirma algo así como que él está ahí para hacer todo lo que los demás no quieren hacer. Con ese propósito tan devastadoramente honesto, Eloy Domínguez Serén nos entrega, en forma de viruta o desecho fílmico, toda una historia (o más bien un conjunto de historias) que consiguen, más que nada, emocionarnos. Cada fundido roto, brusco volcado de la cámara, desenfoque… son también parte de esta peliculita, de su entraña, haciendo de los escasos veinte minutos de visionado toda una recomendable experiencia.

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Árboles, del Colectivo Los Hijos (2013), es otra muestra de cine español que también parte de la esfera documental, pero que, a través de las leyendas guineanas, y de un esquema representativo de lo pasado (colonial), lo presente (la búsqueda de raíces de las protagonistas) y lo futuro (muy oscuro: el paro) trasciende también los presupuestos del documentalismo y nos engarza una microhistoria que redescubre la macrohistoria del colonialismo español en Guinea Ecuatorial, bastante desconocida –no tienen desperdicio las transcripciones literales de textos de la época, allá por los 50 del siglo XX, acerca de los indígenas guineanos y las inopinadas fórmulas de repoblación previstas por la jerarquía del momento. El hallazgo está precisamente en descubrir el enlace fílmico entre lo que el pueblo supo expresar con sus leyendas y la cruda materialización de un incipiente urbanismo en ese país, del cual vengo a sospechar que la herencia española (como la de otros periodos colonialistas) no es demasiado afortunada. El nudo que se cierra entre el principio y el final de la película también está muy conseguido, así como la exploración por tierras guineanas, que he podido casi pisar gracias a este trabajo –que curiosa por cierto la mezcla en los nativos entre la lengua de origen y el español, dos bellísimas lenguas que me fuerzan a sentir que uno, más que de un territorio, es de lo que habla. Y también muy loable el que se hagan películas con firma colectiva (un trío de directores compuesto por Javier Fernández Vázquez, Luis López Carrasco y Natalia Marín Sancho). A ver si nos animamos y también salen más novelas (alguna ya hay), poemas, obras de teatro… Después de todo, el futuro es del somos, y los diccionarios enciclopédicos (o la wikipedia más bien) están por llenarse de entradas colectivas, de grupos que harán más posibles los empeños individuales. Ahí lo dejo, no me quiero salir de la sala de cine.

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O Quinto Evanxeo de Gaspar Hauser (Alberto Gracia, 2013) es una película de sustrato buñuelesco, con una estética sobre todo de experiencia plástica visual –en un blanco y negro que me trae mucho al recuerdo como espectador a la L’âge d’or (1930), a partir de la intervención de referencias bíblicas, elementos tomados de la naturaleza, animales en descomposición, etc.  Por cierto que también adivino guiños a otra joya en blanco y negro, El acorazado Potemkin (S. Eisenstein, 1925), así como presencia del cómic, de la estética del cine mudo, del documental (aplicado aquí a la carnicería)… Lo más logrado de la película me parece, con todo, la intersección entre lo puramente visual –más próximo a una galería de performances- y la banda sonora, música de Chopin y moscas incluidas, que le dan a la realización un carácter híbrido entre el videoclip artístico y el cine surrealista muy inquietante.

En cualquier caso, si en algo estoy de acuerdo es con las palabras de los realizadores al comienzo de una de estas sesiones, recalcando la oportunidad de abrir la ventana en un festival como el SEFF 2013 a expresiones que nos traigan un cine si bien no tan comercial, sí necesario, como expresión artística y humana. Necesario. Sí, me parece justo el adjetivo.