Archipiélago | Una isla para cada autor

La biblioteca existe desde la eternidad. Esto significa que tanto la biblioteca de Babel como los bibliotecarios pueden ser obra de un dios o del azar.

JORGE LUIS BORGES – JULIO CORTÁZAR

(INTENTANDO TREPAR POR UN MURETE)

–Andá, Borges, intentá treparlo por la esquina, siempre apuntando al recoveco de las cosas y ahora intentando zamparse el muro por el medio, no le hallo el sentido.

Julio, con el jersey a medio quitar, enciende el pucho, hace un intento por la esquina del murete y casi corona su cresta. Lleva una sonrisa de niño, encima del jaramago de la barba, donde la boca parece una flor.

–No me pilla tan joven como a vos esto, Julio, mi edad terrena fue más provecta. Me desgasté además en bibliotecas y en conjunciones de extraños espejos con el mundo.

Cortázar, plenamente asentado en la cima del muro, tiende una mano con un dedo amarillo por los gauloises a Borges, que de momento no se ofrece.

 –Che, Borges, nos quedaremos plantados en este muro mientras lo intentás. A saber si no andan por lo de Dante otros rompepelotas… Mirá ese langa de Arlt como no afloja. Y Bioy detrás.

Jorge Luis, con la mata de pelo desordenada, se echa hacia atrás y abandona el intento, asustado por algo o alguien que inquieta el paisaje, en la lejanía del muro.

–Cuidá con ese demente de Funes, que vuelve. Lo tenés a una cuadra, muro abajo, arañándose los pies con los trocitos de botella…

–Solo a vos se le ocurre traer los personajes a la isla… ¡Ya es la tercera vez que nos arrolla! Y luego ni se acuerda de nuestra sombra. Eso sí, se sabe hasta la última hebra de mate de un primer encuentro o la fumarola de la fábrica natal.

Como avergonzado por tanta dureza, reposa la vista en algún punto del horizonte y lo deja ir.

–¿Entonces lo intentamos o no? Acá se está rebién en esta isla. La vida siempre va delante del cuento, viejo. Hay galpones y altoparlantes.  Y la noche fresca y florida, llevándonos de una parte a otra como sin quererlo.

–A mí no me digás, boludo. Que otros se jacten de los libros que han escrito, yo me jacto de los que he leído. Vivir es también leer…

El aire se llena con el trueno de un reactor, ambos suben la mirada hacia el centro mismo del cielo donde el avión es una mosca. Cortázar lo observa perplejo; Borges con mansa y casi filosófica resignación.

–A saber qué isla y qué mediodía alcanza ese.