Una injusticia | Algunos versos

Esta ficha recuerda
que alguna vez vivió
un tal Miguel Hernández,
que alguna vez nació
muy cerca de la huerta, en Orihuela,
acaso como el fruto más extraño
de Miguel y Concepción.
Esta ficha recuerda
que todo fue
—el amor y la muerte—
en los años aquellos,
en esos mismos años en que la vida
importaba un pimiento
—o quizá algo menos—.
Esta ficha recuerda
que Miguel transcurrió,
se alimentó de cebollas
envenenadas por los meses,
por la ausencia tan doble,
tan rotunda,
vino incluso a enfermar
en una celda de Madrid,
en una cárcel de Palencia,
en un reformatorio de Toledo,
en un penal de Alicante.
Esta ficha recuerda
—lo recuerda con un lápiz
muy fino, casi desvaído,
nublado con un sello
de silencio—
que Miguel fue y se murió,
así,
como se mueren los pájaros
del frío,
como se muere la luz
o la conciencia,
como si nada,
a causa de un delito
desconocido,
de profesión escritor,
así,
con un rabo final
en el vuelo de la ‘r’
que quiere ser —tal vez—
muy delicado.
Esta ficha recuerda todo eso,
perfectamente escrita
con la mejor caligrafía,
rigurosamente firmada
por todos los cargos necesarios,
con sus brazos de sombra
y una voz (unánime) de aguardiente:
esta ficha así lo recuerda.
Y ahora todos —bueno, algunos;
más bien: unos pocos—
pretenden
olvidarlo.

 

Nota: debo el que se ‘desatara’ este poema, que se incluirá en el apartado de ‘injusticias poéticas’ de Un incierto sentido, al poeta David Rey (@DavidReypoeta) y su blog (delapoesiayotrosgritos.blogspot.com), que publicó hace unos días el documento que el poema recuerda. Y ante el cual se hace muy difícil guardar silencio.
El propio David Rey, amablemente, me pasa este enlace donde se da cuenta de más detalles de lo sufrido por Miguel Hernández: https://www.poetica2puntocero.com/los-ultimos-anos-miguel-hernandez-aqui-estoy-alma-me-suene/